top of page

San Jerónimo Purenchécuaro bajo la mirada de doña Aurora y de don Rubén

La historia del bello pueblo purépecha es también la historia de México


Mientras camino a casa de Doña Aurora, la piedra laja cautiva mi vista en San Jerónimo Purenchécuaro, un pueblo purépecha ubicado en la Ribera del Lago de Pátzcuaro en Michoacán, México. Cortada en tiras largas, su negritud decora la superficie de la plaza principal con patrones circulares que alternan con piedras grises y tersas de río. Contrasta con la fuente en cantera rosa y los árboles y pastos rebosantes de verdor que enmarcan el quiosco al centro de la plaza. Ella está rodeada por portales, cuyos edificios de adobe están pintados de blanco con una franja inferior de un metro de alto en color rojo quemado. Es el estilo michoacano y evita que el muro se ensucie.



Fundado el 20 de noviembre de 1535 (1), San Jerónimo Purenchécuaro es un pueblo bello debido a sus construcciones típicas, su limpieza y su trazo ordenado. ¿Cómo llegó a ser tan encantador? No encontré información sobre élni en internet ni en la biblioteca pública de Morelia, así que fui a hablar con sus pobladores: Doña Aurora Bartolo Godines (n. 1932) y don Rubén Morales Mejía (n. 1952). Su encanto se debe principalmente a dos factores: la infraestructura que le dotó Lázaro Cárdenas, originario de Jiquilpan, Michoacán, y quien fue presidente de México de 1934 a 1940. Además, se debe a que se rige bajo usos y costumbres como otros pueblos indígenas, lo cual implica un enfoque comunitario respecto a los bienes comunales y gestión de la comunidad.

Doña Aurora camina con su andadera para sentarse en la mesa de madera de la cocina donde me recibió. Viste como las purépechas: blusa blanca y falda negra, ambas bordadas con flores de colores vivos en punto de cruz. Doña Aurora me narra con gran estructura, lucidez y orgullo la historia de su pueblo, sobre todo la importancia del general Lázaro Cárdenas. Bajo su presidencia continuó el reparto agrario entre los campesinos. Cárdenas llegó a Cotatiro, Michoacán, a recuperar las tierras del hacendado que vivía en El Rancho del Matugeo y era dueño de las tierras de San Jerónimo Purenchécuaro y Santa Fé de la Laguna. Lo quisieron matar y logró refugiarse con un par de ancianos, quienes lo vistieron de calzón y camisa de manta y sombrero viejos. A la mañana siguiente, lo llevaron al cerro el Timben y le dijeron que caminara hacia San Jerónimo Purenchécuaro, que ahí la gente era buena y lo ayudarían a estar a salvo.

El papá de doña Aurora, Cesáreo Bartolo Guzmán, estaba preparando su tierra en el cerro de Sandio para sembrarla cuando topó con Lázaro Cárdenas, quien le explicó la situación, y lo ayudó a escapar en canoa por el Lago de Pátzcuaro para que tomara el tren a Morelia. El presidente devolvió las tierras a San Jerónimo Purenchécuaro, éstas volvieron a ser comunales y a ser administradas por la comunidad. Además, Cárdenas prometió seguir ayudando al pueblo.


El pueblo sintió cambiar su plano cuando Tata Lázaro, como llaman los michoacanos al expresidente Lázaro Cárdenas, lo dotó de su trazo urbano de calles de dos carriles y banquetas. En 1939 se hizo el empedrado en las calles principales gracias a las faenas de la comunidad y décadas más tarde fueron pavimentadas en concreto. Además, su centro se volvió más alegre a raíz de que cambió el hogar de los difuntos. Dice Doña Aurora que Tata Lázaro acudió al pueblo, llamó a los pobladores con la campana de la iglesia y les propuso que construyeran el panteón para que los difuntos ya no fueran enterrados en la plaza principal. Esta área ahora es ocupada por las canchas de básquetbol y voleibol y la energía y risas de quienes las usan. El terreno lo aportó Malaquies Baltazar en 1940 y él fue el primer huésped del panteón. Se llena de flores amarillas de cempasúchitl y cerebros morados, ofrendas de alimentos y bebidas, y velas durante la celebración del Día de Muertos en Michoacán el 1º y 2 de noviembre de cada año. Me consta, pues fue el último paseo que hice con mi madre.

En 1938, San Jerónimo Purenchécuaro dejó de iluminarse solo por la luna. Tata Lázaro le llevó el alumbrado público y servicio eléctrico particular. Había que pagar 6 centavos al mes por contar con electricidad en su propiedad y pocos contrataron el servicio. Sus entrañas fueron perforadas para entubar y bombear agua del lago de Pátzcuaro y que ésta aflorara a través de llaves de nariz en cada esquina donde los pobladores pudieran recogerla y llevar a sus casas. Se convirtieron en puntos de encuentro donde saludarse e intercambiar noticias y chismes.

El rostro de San Jerónimo Purenchécuaro cambió con la mejora de los edificios alrededor de la plaza que alojan la oficina de bienes comunales, la escuela primaria, el registro civil, la biblioteca y la radio comunitaria, entre otras oficinas. Tata Lázaro aportó piedras, cemento, madera, teja, ingenieros y albañiles que sabían usar esos materiales. El adobe lo preparó la comunidad y convergieron técnicas modernas y tradicionales.


Portales en San Jerónimo Purenchécuaro. Crédito: Carla Pascual.
Portales de la Plaza Principal de Jerónimo Purenchécuaro. Crédito: Carla Pascual.

El poblado habló a través de una de las niñas del pueblo para seguir recibiendo ayuda de Tata Lázaro cuando ya no era presidente de México. Se trata de Doña Aurora, quien le pidió construir la carretera al cerro del Sandio, para que el turismo subiera y aprovechara el aire fresco y el sol. “Ándele señor General Lázaro Cárdenas, di que sí”. Él se rió y solicitó apoyo al entonces presidente Manuel Ávila Camacho, quien envió militares y construyeron el camino a pico y pala.

Pero, ¿cómo doña Aurora pudo comunicarse en español? ¿Cuándo es que San Jerónimo Purenchécuaro escuchó cada vez más y más el español en sus casas, calles y plazas? Fue a raíz de la apertura de la escuela primaria, ahí es donde los niños, como doña Aurora, aprendieron español. Su padre, quien vivió en Estados Unidos y volvió a su pueblo en 1923, la mandó a estudiar a la escuela primaria. Los hombres no tardaron en acercarse a él para disuadirlo, pues no confiaban en los maestros. Les respondió que pediría a su hija persignarse al llegar al salón y cuidarse. En 1947, Tata Cárdenas envió al maestro Salvador Gasca Ruíz para que impartiera clases en la escuela y ésta pasó de ser de rural a federal (2). En 1950, doña Aurora obtuvo su certificado de primaria junto con otras dos niñas, fueron la primera generación, un total de ocho alumnos (3).

Años más tarde, la música de guerra llenó San Jerónimo Purenchécuaro a causa, otra vez, de que Doña Aurora, entonces una adolescente, habló por él y pidió al presidente Miguel Alemán (1946-1952) durante una visita a las cercanías del pueblo los instrumentos para la banda de guerra de la escuela primaria. “Yo voy a tocar el tambor, señor presidente”, le dijo. Quince días después llegaron los instrumentos a Quiroga, la cabecera municipal, y los entregaron al profesor Gasca. Y ahora, ¿cómo se tocan? Días después, llegó un militar retirado a enseñar a los estudiantes a tocar la banda de guerra. “No toquen el tambor como se les de la gana. El tambor marca el paso al que irán marchando”, les instruyó. Cada año, un militar acudió por décadas a enseñarles.

El maestro Gasca entrenó a doña Aurora para que fuera maestra, pero no ejerció porque debía ayudar en la casa y porque las normas indígenas no veían bien que la mujer saliera de la comunidad. Ella se casó, tuvo hijos y se dedicó a tejer suéteres para mujeres, luego para hombres, manteles y servilletas de hilvane y de punto de cruz. Los vendía en el pueblo y en Guadalajara, cuando migró a aquella ciudad con su familia.

Don Rubén se sienta a mi lado, él no viste la indumentaria tradicional de manta blanca, sino pantalón de mezclilla y camisa gris de algodón. Mientras bebemos agua de aguacate, me cuenta que también cursó hasta la primaria y a los 13 años vendía artesanía de petate en los pueblos vecinos. Trabajó de tractorista en las tierras y vivió 10 años en los Estados Unidos trabajando en la pizca del limón y luego en una empacadora de tomate. En esa época, la vigilancia en la frontera no era estricta.

A mi pregunta sobre los sucesos más importantes en el pueblo, me responde la instalación del agua entubada en las casas en los años 80 y del drenaje, en los años 90.


San Jerónimo Purenchécuaro ha seguido cambiando a raíz de que el 70% de su población estudió a nivel licenciatura y trabaja fuera del pueblo, como ha ocurrido en muchos pueblos de México. Los ingresos de estos pobladores y de quienes migran a Estados Unidos han modificado las tradiciones y hábitos en el pueblo. Rubén menciona que lo ceremonial ha declinado para darle paso a lo práctico. Antes, la comunidad aportaba a los festejados productos de su siembra, como maíz, trigo, verduras. Ahora, aportan refrescos y alcohol. En los bautizos y bodas, antes solo había un padrino de velación. Ahora hay padrino de bebida, de arreglos y lo que se les ocurra, con la consecuente generación de basura. El ritmo de vida más acelerado también reduce el tiempo para cocinar, por lo que consumen más alimentos procesados. La diabetes y la obesidad se han extendido.

Aunque esta misma bonanza y migración permiten el desarrollo de obras, por ejemplo, la reconstrucción de la iglesia, cuya fecha de fundación se desconoce. La superficie del patio frontal también está decorada con piedra laja. Impresiona que, para las dimensiones de la iglesia, haya sido erigida en adobe y no en piedra. Para la alegría de San Jerónimo Purenchécuaro, fue reconstruida entre los años 2000 y 2004. El Instituto Nacional de Antropología e Historia elaboró un diagnóstico y los pobladores aportaron recursos económicos por cada jefe de familia. Además, se tomaron recursos provenientes de los ingresos de la explotación de sus 3,000 hectáreas de bosques administradas por el Comité de Bienes Comunales. Su organización comunal también les permitió traer a conocedores de la redonda para llevar a cabo la reconstrucción con las técnicas tradicionales (4).

A través del trabajo e ingresos comunitarios los pobladores levantaron en dos días las bardas de la secundaria y, en otra ocasión, las de la clínica.



Arreglo de cera, tradición en San Jerónimo Purenchécuaro
Arreglo de cera, tradición en San Jerónimo Purenchécuaro

Además de sus obras, el pueblo cuenta con artesanías. Los arreglos de cera blanca pueden ser admirados en el interior de la iglesia y contrastan bellamente con los muros café de adobe de ésta. Los jesuitas enseñaron a los pobladores a hacer esta artesanía, tradición que aún se conserva, aunque se fabrican solo para ocasiones especiales y ya no de manera general como en el siglo XX, lo cual entristece a San Jerónimo Purenchécuaro.

90 años de historia de San Jerónimo Purenchécuaro me compartió doña Aurora y 90 años cumple ella este 16 de julio de 2022. Festejará con sus amigas, según me compartió su hija Rosalba, quien les prepará una comida especial. ¡Mucha salud y felicidad para doña Aurora!

Dónde comer en San Jerónimo Purenchécuaro: prueba la gastronomía tradicional michoacana en La Cocina de Rosalba. Solo bajo reservación, teléfono 443 363 1472.


(1) El canzonci, gobernante purépecha, Tangaxoán II se rindió a los españoles en 1522 con la esperanza de firmar un tratado de paz. En 1524 se establecieron las primeras encomiendas. Al no mostrar plena obediencia, se le enjuició en 1529 y fue condenado a ser arrastrado por un caballo y ser muerto en la hoguera, lo cual se consumó el 14 de febrero de 1530. Fue el último gobernante purépecha y el imperio sucumbió a pesar de la rebelión encabezada, según la leyenda, por su hija Eréndira. Fuente: Flores Rodríguez, María Guadalupe, Instituto Nacional de Antropología e Historia, https://www.gob.mx/inpi/es/articulos/tangaxoan-ii-fue-el-ultimo-cazonci-que-goberno-tzintzuntzan-en-la-region-de-la-meseta-purepecha consultado el 9 de julio de 2022.

(2) El profesor Gasca era originario de Tarímbaro, Michoacán. Pasaba la semana en San Jerónimo Purenchécuaro y en Morelia, los fines de semana.

(3) Entre 1963 y 1965 se construyó la actual escuela primaria, llamada Cuauhtémoc. Desde alrededor de 2018, el pueblo cuenta con una primaria bilingüe que imparte tanto en español como en purépecha.

(4) Las tierras comunales pertenecen a la comunidad y solo se pueden vender entre los miembros de ésta. Los usos y costumbres dictan que el pueblo tiene una autoridad comunal integrada por un Jefe de Tenencia, que vincula a la comunidad con el presidente municipal, y debe tener esposa para ser elegible. El encargo dura por un año. También hay un Comité de Bienes Comunales que los administra. Sus 10 miembros están en el puesto por periodos de tres años. Los hombres son los que tradicionalmente han sido electos como miembros y deben tener esposa para ser elegible. En el siglo XXI, algunas mujeres han sido miembro del Comité. Finalmente, existe la asamblea, en la que pueden participar todos los pobladores mayores de 18 años. En ella se discuten y votan los proyectos de inversión y gastos de la comunidad.

Entradas Recientes

Ver todo
Ancla 1
bottom of page